Marco Teórico
La planificación del
territorio desde los desafíos del envejecimiento de la población: una mirada
prospectiva del cantón de Montes de Oca, San José, Costa Rica
MARCO
TEÓRICO
La vejez y el envejecimiento son dos fenómenos que
tienen una relación intrínseca pero que no significan lo mismo. Hacer
referencia a la vejez, es centrarse en una de las
etapas de la vida, donde el ser humano ha llegado a su madurez, producto de una
gran cantidad de experiencias adquiridas durante las etapas anteriores,
considerándose como la etapa final del proceso de envejecimiento. En suma, la Convención Interamericana sobre la Protección de
los Derechos Humanos de las Personas Mayores (2016), define la vejez como una
construcción social de la última etapa del curso de vida.
Por
su parte, el envejecimiento es un proceso gradual a lo largo de la vida
de las personas, de manera que es irrenunciable e irreversible, que genera
transformaciones no solo a nivel físico e individual sino en la relación de
éstas con su entorno.
La
Convención Interamericana sobre la Protección de los Derechos Humanos de las
Personas Mayores (2016), lo define como un proceso gradual que se desarrolla
durante el curso de vida y que conlleva cambios biológicos, fisiológicos,
psico-sociales y funcionales de variadas consecuencias, las cuales se asocian
con interacciones dinámicas y permanentes entre el sujeto y su medio.
El
Ministerio de Comunicaciones de Colombia (2004), define el envejecimiento
individual como “un proceso de cambio permanente que comienza con la vida y
termina con la muerte; equivale a vivir cada día más tiempo. En tal sentido
todos –niños, jóvenes y adultos– envejecemos, desde la concepción, los 365 días
de cada año. Implica la presencia ininterrumpida de ganancias y de pérdidas.
Depende de condiciones tanto genéticas como ambientales, y se relaciona muy
particularmente con el contexto histórico, económico, político y socio-cultural
en el cual se vive; así como con los comportamientos individuales, familiares y
sociales”.
A
pesar de que el envejecimiento es un proceso natural, éste se experimenta de
manera diferente en cada una de las personas debido a aspectos fisiológicos,
habilidades, capacidades, destrezas, situación económica y cultural, redes de
apoyo, historia de vida, en fin, las condiciones propias del habitar y su
sentir-pensar en relación con éstas.
De
modo que, el proceso de envejecimiento, debe concebirse como un proceso activo
y saludable, en el cual según la Convención Interamericana sobre la Protección
de los Derechos Humanos de las Personas Mayores (2016), éste consiste en optimizar las
oportunidades de bienestar físico, mental y social de las personas, de
participar en actividades sociales, económicas, culturales, espirituales y
cívicas, y de contar con protección, seguridad y atención, con el objetivo de
ampliar la esperanza de vida saludable y la calidad de vida de todos los
individuos en la vejez, y permitirles así seguir contribuyendo activamente a
sus familias, amigos, comunidades y naciones. El concepto de envejecimiento
activo y saludable se aplica tanto a individuos como a grupos de población.
Cuando
el envejecimiento pasa de enfocarse en un aspecto meramente individual a una
condición más colectiva, puede hacerse referencia de este como un fenómeno
poblacional conocido como envejecimiento demográfico. Según lo indica
Pérez (1998), “el envejecimiento demográfico consiste en un cambio en la
estructura por edades o, en otras palabras, en el mayor o menor peso de unas
edades respecto a otras en el conjunto de la población”.
Esta
situación se da, debido a que en los países ha aumentado la esperanza de vida
al nacer y una disminución de las tasas de fecundidad, lo que hace que las
pirámides etarias se inviertan, adelgazándose en su base y ensanchando su
cúspide.
De
acuerdo con Huenchuan (2018), no es un tema únicamente de cifras, sino que el
envejecimiento poblacional trae consigo desigualdad, pobreza, agotamiento de
los modelos de crecimiento económico los cuáles se hacen insostenibles, aumento
del desempleo y del empleo de baja productividad. Lo que demanda mayores y
mejores planificaciones y toma de decisiones para repensar el desarrollo en los
territorios.
El
territorio según Gross (1998), “puede ser entendido como el espacio de
interacción de los subsistemas natural, construido y social, subsistemas que
componen el medio ambiente nacional, regional y local. Menciona además que, el territorio no
se entiende solamente como el entorno físico donde se enmarca la vida humana,
animal y vegetal y donde están contenidos los recursos naturales, sino que
comprende también la actividad del hombre que modifica este espacio”.
De modo que, el territorio no es una estructura
física, sino que es una construcción social y cultural que está en constante
transformación, debido a las relaciones existentes entre los diferentes elementos
que lo componen y que generan su tejido, esto conlleva a que no es posible
visualizar al territorio como algo estático, sino como un ser dinámico, inconstante,
mutable.
El desarrollo territorial, menciona
Navarrete (s.f), es un “proceso de cambio progresivo,
que propicia la armonía entre: el bienestar de la población, el uso del
territorio, la conservación y protección de los recursos naturales, y de las
actividades productivas; a efecto de lograr el mejoramiento en la calidad de
vida de la población.
De
manera que, si se relacionan los impactos del envejecimiento demográfico con el
desarrollo de los territorios, implica que dicha transformación en la dinámica
poblacional; demanda una lectura cada vez más precisa y asertiva de los
entornos que conlleve a una planificación de los espacios cada vez más
funcionales para las personas que lo habitan y convirtiéndose en acciones
propias de la gestión del territorio.
La
Convención Interamericana sobre la Protección de los Derechos Humanos de las
Personas Mayores (2016), en su artículo 8 menciona que el Estado debe velar por
el derecho a la participación e integración comunitaria de las personas adultas
mayores, por lo que, entre otras acciones, debe promover la participación de
éstas en actividades intergeneracionales para fortalecer la
solidaridad y el apoyo mutuo como elementos claves del desarrollo
social así como y asegurar que las instalaciones y los servicios
comunitarios para la población en general estén a disposición, en
igualdad de condiciones para la persona mayor y tengan en cuenta
sus necesidades. Responsabilidades asumidas que deben verse reflejadas
en proceso de planificación u ordenamiento del territorio.
Según
se establece en la Política Nacional de Ordenamiento Territorial de Costa Rica,
“el ordenamiento territorial es la expresión espacial de las
políticas sociales, ambientales y económicas. Es también un ejercicio
administrativo y una política de Estado, basada en la toma de decisiones
coordinadas y articuladas, con el fin de garantizar un desarrollo adecuado de los
asentamientos humanos, la gestión integral de los recursos naturales y el
desarrollo económico en el territorio”.
De
modo que, cada territorio demanda una lectura de su propia dinámica, que
permita adecuar las políticas públicas para promover condiciones más acordes a
las interacciones que se dan entre los diferentes actores y su entorno, en ese
caso particular, las condiciones que se requieren desde la población adulta
mayor, que contribuya a su buen vivir.
Según
la Ley N° 7554, en cuanto al ordenamiento territorial en Costa Rica, es
función del Estado, las municipalidades y los demás entes públicos, definir y
ejecutar políticas nacionales de ordenamiento territorial, tendientes a regular
y promover los asentamientos humanos y las actividades económicas y sociales de
la población, así como el desarrollo físico-espacial, con el fin de lograr la
armonía entre el mayor bienestar de la población, el aprovechamiento de los
recursos naturales y la conservación del ambiente.
Ángel
Marissis (2005) considera el ordenamiento territorial como un instrumento de
planeación, que está sujeto a los procedimientos técnicos, políticos y
administrativos de la planeación que incluye actividades de diagnóstico y
prospectiva territorial, formulación de objetivos, elaboración de los
lineamientos estratégicos y determinación de las acciones por realizar.
Por
su parte, según la Ley N° 4240, se define la planificación urbana como
“el proceso continuo e integral de análisis y formulación de planes y
reglamentos sobre desarrollo urbano, tendiente a procurar la seguridad, salud,
comodidad y bienestar de la comunidad”.
Siendo que el envejecimiento poblacional es un proceso
constante y gradual y que tiende cada vez más a acentuarse, y considerando que
el territorio es una construcción social que requiere ser planificado, demanda
que dicha planificación, pueda realizarse dentro de un enfoque prospectivo que
visualice y garantice en el presente, toma de decisiones que sean sostenibles,
flexibles y transformables por la dinámica misma de una población cada vez más
envejecida.
Sobre ello, Miklos (2007) menciona que, la planeación
“prospectiva” sostiene una visión holística en lugar de parcial y
desintegrada: además de aspectos cuantitativos, considera aquellos de
naturaleza cualitativa, permitiendo una apreciación más completa; sus relaciones
son más dinámicas y están basadas en estructuras evolutivas y no fijas o
estáticas; su futuro es múltiple e incierto, su actitud hacia el futuro es
activa y creativa y no pasiva o sencillamente adaptativa.
Considerando
que a futuro las poblaciones estarán cada vez más envejecidas, dicha planeación
prospectiva demanda considerar un enfoque gerontológico para garantizar el buen
vivir de la población adulta mayor, que habitará mayoritariamente los
territorios sobre los distintos escenarios sociales, económicos, políticos,
ambientales, culturales, que permitan la generación de política pública ajustada
a las transformaciones de los(as) habitantes del territorio.
De
acuerdo con MIDEPLAN (2016), la política pública es un curso o línea
de acción definido para orientar o alcanzar un fin, que se expresa en
directrices, lineamientos, objetivos estratégicos y acciones sobre un tema y la
atención o transformación de un problema de interés público.
Indica
además que, la capacidad para diseñar políticas públicas está vinculada a
aspectos fundamentales como la coordinación y los procesos de participación,
flexibilidad para orientar y concertar las prioridades, innovación para
realizar las transformaciones pertinentes, calidad para distinguir lo que es
estratégico en el proceso de transformación social deseada que se busca
alcanzar.
La
planificación gerontológica del territorio, debido a la transformación
demográfica que se está experimentando, debe enfocarse en garantizar el
desarrollo humano para que las personas habitantes puedan disfrutar de manera
satisfactoria de una vida saludable y en plenitud.
Sobre
lo anterior, es fundamental hacer referencia a lo indicado por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), 2016, con relación al desarrollo humano el cual “comprende
la creación de un entorno en el que las personas puedan desarrollar su máximo
potencial y llevar adelante una vida productiva y creativa de acuerdo con sus
necesidades e intereses. Las personas son la verdadera riqueza de las naciones.
Por lo tanto, el desarrollo implica ampliar las oportunidades para que cada
persona pueda vivir una vida que valore. El desarrollo es entonces mucho más
que el crecimiento económico, que constituye sólo un medio —si bien muy
importante— para que cada persona tenga más oportunidades”.
Dicha
generación de oportunidades y de capacidades en las personas, que al final se
convierten no únicamente en beneficio individual, sino de aporte al desarrollo
territorial, deben contemplarse de manera consciente, en todos los
instrumentos de planificación del territorio a nivel nacional, regional,
local con participación ciudadana que responda a las condiciones propias de sus
habitantes y que permitan gestionar política pública de ordenamiento
territorial que propicie el desarrollo sostenible de éste.
Dicha
participación de los diferentes actores del territorio viene a ser la base de
la gobernanza, según ONU Hábitat (2021), la gobernanza reconoce que
el poder existe dentro y fuera de las autoridades formales e instituciones de
gobierno, y que las decisiones se toman con base en las relaciones complejas
entre muchos actores con diferentes prioridades. De modo que, la gobernanza
urbana también se refiere a las estructuras y procesos que están diseñados
para garantizar la rendición de cuentas, la transparencia, la receptividad, el
Estado de derecho, la estabilidad, la equidad y la inclusión, el empoderamiento
y la participación de base amplia.
Una
adecuada gobernanza permite a la ciudadanía estar informada, aportar en la toma
de decisiones con respecto a que la inversión púbica esté canalizada hacia proyectos
según sus intereses y necesidades, hacia acciones que impacten favorablemente
en el buen vivir de la población.
Según
Julieta Soledispa, (2022), la base estructural del buen vivir la
constituye una relación de respeto, armonía, equilibrio y cuidado con todos los
seres de la naturaleza, como premisa para asegurar la vida. A su vez, el
cuidado va más allá del respeto, de la armonía y del equilibrio, y está dado
por la protección de las fuentes y de las formas de vida y se transversaliza en
todas las relaciones de los seres humanos, es decir, en sus relaciones con los
otros seres de la naturaleza, con la comunidad y con la familia. Es la
“cosmovivencialidad”
En
Costa Rica, los gobiernos locales, ubicados en los 84 cantones del país, son
los responsables de la elaboración de dichos instrumentos de planificación
local, siendo que, en el Código Municipal, en el artículo n°5, se menciona que las
municipalidades fomentarán la participación activa, consciente y democrática
del pueblo en las decisiones del gobierno local.
Los
principales instrumentos de planificación territorial de los gobiernos locales
son los Planes Reguladores, según la ley 4240, el plan regulador, es el instrumento
de planificación local que define en un conjunto de planos, mapas, reglamentos
y cualquier otro documento, gráfico o suplemento, la política de desarrollo y
los planes para distribución de la población, usos de la tierra, vías de
circulación, servicios públicos, facilidades comunales, y construcción,
conservación y rehabilitación de áreas urbanas.
En
su artículo n° 16, se indica que, el plan regulador debe contener un estudio de
la población, que incluya proyecciones hacia el futuro crecimiento demográfico,
su distribución y normas recomendables sobre densidad a nivel cantonal.
La
Nueva Agenda Urbana, hace referencia a la necesidad de un ordenamiento
territorial que reconozca la importancia de la planificación con perspectiva
de edad, tanto para los jóvenes como para los adultos mayores, como un
componente para brindar acceso y permitir la participación de todos los grupos
vulnerables en todas las áreas del desarrollo urbano.
De
este modo, los instrumentos de planificación territorial deben garantizar no
solo en la actualidad sino en el mediano-largo plazo el derecho a la ciudad,
considerada ésta por la ONU-Hábitat, como el derecho de todos los habitantes
a habitar, utilizar, ocupar, producir, transformar, gobernar y disfrutar
ciudades, pueblos y asentamientos urbanos justos, inclusivos, seguros,
sostenibles y democráticos, definidos como bienes comunes para una vida digna.
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